Caray, me están saliendo canas, me duelen las coyunturas, antes podía correr más, me está faltando el aire, ya no brinco como antes, no entiendo, ni sé de qué hablan, se me están olvidando las cosas, hacen mucho ruido, me hace falta una siesta, nunca me había pasado, ya no aguanto las desveladas, me tiemblan las manos… Expresiones que muestran un franco deterioro de nuestra función corporal. SÍ, ESTOY ENVEJECIENDO.
Hay muchas señales que aparecen y nos muestran que hemos comenzado a perder poco a poco habilidades y destrezas corporales. Funciones que antes realizábamos sin problema, es más, sin siquiera darnos cuenta… ahora parecen mucho más complicadas. Y empezamos a recordar lo que en nuestros primeros años de escuela nos enseñaron… El Ciclo de la Vida: nacemos, crecemos, nos reproducimos y MORIMOS. Pero ¿cómo? ¡No puede ser, apenas tengo 50, 55, 60 o 65 años! ¿Ya estoy por morir?
La realidad es que estamos iniciando o ya nos encontramos en la última etapa de nuestra vida. Lo cual es completamente normal. Lo vemos en otros pero sentirlo y saberlo de nosotros mismos resulta una gran conmoción. Y así nos enfrentamos al dilema de disfrutar de nuestra edad o sufrirla. Desgraciadamente tendemos a ser fatalistas causando grandes y hasta mayores problemas, sobre todo psicológicos. Ponemos nuestro enfoque en los achaques y en aquello que se está deteriorando en vez de todas aquellas señales de madurez y plenitud que se dan con y a pesar de la edad.
Vivir del PASADO
Sin duda, vivir de nuestras glorias anteriores nos desubica, nos enajena. Que hayamos sido
campeones en algún deporte o uno de los mejores estudiantes; haber tenido un gran cuerpo, haber sido
popular o haber estado cerca de participar en las olimpiadas, etcétera… ya fue. El
dolor y el sufrimiento de ya no poderlo hacer, nos frustra, nos inhabilita para vivir nuestro presente y
obviamente deteriora gravemente nuestro estado de ánimo. Desde esta perspectiva,
debemos recordar que ¨cosechas lo que sembraste”: Si fuiste un gran deportista, un gran estudiante,
formaste una gran familia, fuiste sano etc.; por consecuencia cosecharás una mejor vejez… es una
tendencia. No obstante, no puedes vivir de lo que fuiste ayer; eso te formó e hizo lo que hoy eres, pero
la actitud que eliges hoy, es lo que determina tu presente; y lo que hagas hoy construirá quien serás
mañana, lo que puedes llegar a ser en tu franca vejez.
Dice un proverbio Chino que de los 0 a los 15 años tienes la cara con la que naciste, de los 16
a los 35 años tienes la cara que te hagas y de los 36 años en adelante tienes la cara que mereces. Y en
efecto, si fuiste un gruñón tendrás facciones de gruñón; si fuiste alegre, tendrás facciones de alegría;
si fuiste bondadoso tendrás cara de bondad, etc. Al igual que tu cara, debemos considerar el resto de tu
corporalidad… Por otro lado, hemos de considerar que si hoy intentas hacer cosas que ya no puedes, si te
pones una máscara de maquillaje o te inyectas de todo para borrar las marcas de edad, te tiñes el
cabello o te vistes con el esmero de aparentar una juventud que ha quedado atrás; tan solo exhibes tu
falta de aceptación y corres el riesgo de ridiculizarte ante ti y los demás. Vivir del PASADO te
frustra, te trauma, te acompleja.
Vivir del FUTURO
Estar pensando todo el tiempo en lo que será de nosotros, lo que haremos, quiénes nos
acompañarán, de qué y cómo viviremos, de qué me enfermaré, etc., también nos inhabilita y enajena para
vivir nuestro presente pues nos angustia y hasta nos deprime. El futuro traerá sus problemas, sin duda,
pero estar empecinado en el futuro te evita resolver tus problemas de hoy lo cual será más perjudicial
mañana. Vivir del FUTURO te enajena, te angustias, te deprime.
Vivir en el PRESENTE
Considerando nuestro pasado y futuro, vivir en el PRESENTE nos permite saber
nuestra realidad y aceptarla . Estas tres palabras son clave para una
vida digna en la vejez; conocer la realidad que vivimos y aceptarla, ayuda a resolver en el presente
cualquier dificultad o condición que enfrentemos, nos permite expandirnos, mantenernos motivados y
seguir construyendo nuestro futuro. Nos permite movernos hoy, vivir con alegría y paz, vivir FELICES con
y a pesar de todo.
La humildad es la que nos permite vernos tal cual somos, y es imprescindible para aceptar y abrazar nuestra realidad; la aceptación es el fin del duelo y el principio del disfrute. De manera que HOY tomemos decisiones sobre nuestra forma de vestir, nuestra pulcritud, movilidad, higiene y salud; pero también sobre nuestra sobriedad, prudencia y servicio; que nos lleven a vivir con dignidad nuestra vejez. Seamos este nuevo YO sustentado en nuestro ayer y con esperanza del mañana siendo casa de remanso, de paz, de armonía, de consejo, de comprensión… de amor. Porque donde decrece el cuerpo debe crecer el ESPÍRITU.